Una segunda oportunidad para el Partido Verde

Me declaré disidente del Partido Verde cuando Enrique Peñalosa decidió aliarse con el expresidente Uribe, en otro de sus fallidos intentos por gobernar en Bogotá. Recuerdo que Antanas Mockus, Liliana Caballero, Juan Carlos Flórez, John Sudarsky y yo fuimos las únicas cinco personas de la Dirección Nacional que nos opusimos a esa maniobra, a todas luces innecesaria, politiquera y oportunista.

Pero, con oportunismo y todo, Peñalosa perdió. Ni siquiera le sirvió haberse subido a la tarima y haber bailado el ‘aserejé’ con el expresidente y con Lucho Garzón, un episodio que permanecerá en el repertorio de los ridículos más famosos en Colombia. Quizás la ciudadanía le cobró a Peñalosa el cinismo, el ‘todo vale’ y la falta de coherencia con los principios del Partido Verde, una colectividad que se vanagloriaba de ser diferente, que prometía la renovación en la política, que nació rechazando las prácticas tradicionales.

De esas promesas queda muy poco, para tristeza mía y de muchos otros jóvenes, hombres y mujeres que hace tres años se montaron a la Ola Verde, agitando las banderas de la educación, la vida sagrada, la garantía de los derechos humanos, la búsqueda de la equidad, el respeto a la Constitución y el cuidado de los recursos públicos.

Queda muy poco, repito, porque en el Partido Verde sus dirigentes no hemos estado a la altura del reto que nos exige la historia. Terminó acomodado a la Unidad Nacional del presidente Juan Manuel Santos, perdiendo su independencia deliberativa; resultó con concejales involucrados en el carrusel de contratos en Bogotá; se conformó con repartir avales por todo el país, como si fuera una simple fábrica de maquinaria electoral; se olvidó de las discusiones programáticas y abandonó la escuela de formación política, que solo han retomado los jóvenes recientemente.

Además permitimos que el Partido Verde se ‘bogotanizara’ y se distanciara de las realidades regionales, menospreciando incluso el gran trabajo que el gobernador Sergio Fajardo viene realizando en Antioquia, la más educada. Y, para colmo de males, recientemente Peñalosa decidió autoproclamarse desde Europa, a través de los medios de comunicación, como candidato presidencial de los Verdes, sin preguntarse cuál fue la responsabilidad política de su campaña, ni cuestionarse al menos si en realidad nos representa.

El panorama parece desolador, pero conservo la esperanza de un futuro distinto y hemos estado trabajando para que ello sea una realidad. No tengo duda que el Partido Verde merece una segunda oportunidad. Es necesario generar mecanismos para democratizar el Partido; modificar sus estatutos para tener mayor representación de mujeres, jóvenes, indígenas, negros, integrantes movimientos Lgbti; fortalecer la escuela de formación política y escuchar a sus militantes, fortalecer igualmente las direcciones departamentales y municipales. Hay que privilegiar la acción colectiva, por encima de los egos personales; hay que preguntarnos por las necesidades de la ciudadanía más excluida. Y, por supuesto, tenemos que reconocer que le fallamos a mucha gente y que debemos reivindicarnos.

Por eso, hemos estado trabajando para facilitar el reencuentro con el movimiento Compromiso Ciudadano, hoy bajo el liderazgo del exalcalde Alonso Salazar, así como un posible regreso de Antanas Mockus, quien nos aportaría -de nuevo- sus prácticas innovadoras y pedagógicas. Los jóvenes del partido Verde le han pedido al Profe Antanas, como le dicen cariñosamente, que vuelva para hacer pedagogía para la paz y para que en la contienda electoral que se avecina, retomemos el Voto Vital.

Solo así, tal vez, será posible la construcción de un verdadero partido alternativo, liderado por los jóvenes verdes y las mujeres. Son ellos y ellas quienes mejor pueden representar con dignidad el sueño de la transformación de la política, al margen del clientelismo, la burocracia y la corrupción. Ya es hora de recordar nuestra consigna de campaña: «si lo soñamos, lo logramos».

* Coletilla: Reitero mis sinceras condolencias a la familia de la senadora Gilma Jiménez. Con ella tuve diferencias políticas e ideológicas, siempre sobre la base del respeto y la admiración por su defensa de los derechos de la niñez en Colombia. En su memoria, esperamos rendirle un sentido homenaje en el Congreso Nacional de Mujeres del Partido Verde, el cual se realizará en la ciudad de Cali, en el mes de agosto.

Columna para el periódico La Patria

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