La basura tapó todo. (Columna – Bogotá)

Hay quienes me critican por “defender al Alcalde Gustavo Petro”. Es un mediocre, me dicen. No sabe ejecutar, repiten. Se la pasa improvisando, insisten. Debo aclararles que yo no defiendo personas. Para eso están los abogados. Desde mi condición de Representante a la Cámara por Bogotá, apoyo los proyectos de sociedad que rechazan el “todo vale”, la violencia y la complicidad con los corruptos; apoyo los modelos de ciudad que buscan la igualdad, la justicia, la equidad y la inclusión, que respetan la ley y los derechos humanos, que cuidan la vida y defienden a los animales y al medio ambiente, que luchan por la educación y rescatan el valor de lo público. Yo prefiero el desarrollo humano y la cultura ciudadana, por encima del cemento. 

Esas fueron las banderas que en el año 2010 lideramos con la Ola Verde. Esos fueron los principios que juré cumplir y esa ha sido mi tarea a lo largo de mi vida pública y política, en la que he defendido –especialmente- los derechos de las y los más vulnerables, entre ellos los niños, las mujeres y los viejos. 

Por eso no me da vergüenza ni temor respaldar la propuesta de una “Bogotá más humana”, liderada por el Alcalde Gustavo Petro. Lo hago de manera libre, sin ataduras ni chantajes, sin sobornos ni contraprestaciones, propias de los clientelistas. Lo hago porque he seguido atentamente los mayores logros de su primer año de gestión, entre ellos, la disminución histórica de los homicidios, el aumento del presupuesto de la educación pública, la reducción de las tarifas de Transmilenio, la garantía del mínimo vital de agua para los estratos bajos, la oferta cultural, la atención a las víctimas y la implementación de un modelo de salud pública que busca garantizar la dignidad.

No son logros menores. Por supuesto, la lista es más extensa. Pero no me corresponde a mí profundizar sobre las bondades del gobierno de Gustavo Petro, y mucho menos profundizaré sobre sus defectos, detallados ya en diversas ocasiones por sus más aguerridos contradictores, entre ellos ciudadanos, contratistas, congresistas, concejales, empresarios, columnistas y medios de comunicación. Varios de ellos tienen el derecho, el deber y la razón de criticar las fallas de la Administración, pues en efecto, hay errores en materia de gestión y comunicación.

Pero una cosa es criticar con argumentos y otra muy distinta revocar con intereses. La propuesta de revocatoria del mandato es una medida oportunista, costosa, inútil y politiquera. Que no venga el congresista Miguel Gómez, líder de esa iniciativa, a posar de buen samaritano, cuando es obvio su interés electoral. Además, no hay duda que detrás de la revocatoria está la mano del expresidente Uribe, quien con su vieja práctica del “todo vale” ha querido tomarse Bogotá. 

No lo dejaremos. No queremos más mesías. Construyamos, entre todas y todos, una Bogotá más humana con los excluidos y las víctimas, más humana con los animales y la naturaleza, más humana con el uso de recursos públicos. Para ello, no hay que “refundar la patria”, sino trabajar por Bogotá, aportar a la Paz y formar ciudadanía. 

 

ANGELA ROBLEDO

Representante a la Cámara por Bogotá

*Columna para El Espectador.com

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