Jóvenes en Colombia: más víctimas que victimarios, dice Representante Angela Robledo

En las últimas semanas algunos medios de comunicación se han volcado con la pasión que los caracteriza a registrar situaciones de seguridad en las cuales muchos jóvenes son presentados como los mayores criminales en Colombia. Es en este contexto de miedo generalizado y de «crisis de seguridad», en el cual surgen algunas iniciativas legislativas que buscan proponer castigos ejemplares para enfrentar dicha situación como son: aumento de penas, disminución de la edad mínima de responsabilidad penal, ampliación de delitos que tienen pena privativa de la libertad y hasta el castigo en cárceles. Estas demandas parecerían ignorar investigaciones como las del brasileño Sergio Piñero quien demuestra que las medidas represivas en los países latinoamericanos, no solo no han logrado incidir en la disminución de la llamada delincuencia juvenil, sino que han perpetuado la cultura del autoritarismo en la región.

Desde el Congreso de la República, me he opuesto de manera sistemática y argumentativa a los proyectos de ley que proponen salidas represivas, para enfrentar el problema de los jóvenes en conflicto con la ley en Colombia. Tuve la oportunidad de participar en la elaboración del Código de Infancia y Adolescencia el cual incluye un capítulo referido al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes, cuya premisa central es que si bien los jóvenes son responsables penalmente de cara a sus acciones, al mismo tiempo son sujetos en formación que deben recibir una sanción orientada a cumplir una finalidad educadora, rehabilitadora y protectora.

Las cifras disponibles sobre las conductas en las cuales incurren los jóvenes, muestran que un 70% corresponde a hurto y microtráfico de estupefacientes, por el contrario los delitos graves referidos a homicidios y delitos personales representan solo el 8%. La pregunta que surge es si no estamos presentando propuestas sobre la base de unos hechos que si bien rechazamos categóricamente, no representan el grueso de las conductas delictivas en las que éstos incurren.

Estoy convencida que hace falta ahondar en la comprensión de las situaciones que enfrentan nuestros adolescentes y jóvenes, de manera particular aquellos que hacen parte de ese casi 50% de la población que vive en condiciones de pobreza y miseria, esos que deben enfrentar las limitaciones en cuanto a cobertura y calidad de la educación, o que hacen parte del 30% de jóvenes que desertan de la escuela para incorporarse al mundo del rebusque, la explotación laboral o la ilegalidad. En Colombia la posibilidad de que un joven muera asesinado, es cinco veces más alta que en América Latina. La guerra centenaria que vive Colombia, degradada por el narcotráfico se ha trasladado a los sectores populares de las grandes ciudades, y ha convertido a nuestros jóvenes, en sus principales víctimas, transformándoles a su vez en muchas ocasiones en victimarios de sus pares y vecinos, produciendo sujetos que actúan como «máquinas de guerra». En Colombia, la muerte ronda la vida de adolescentes y jóvenes, en especial la de aquellos que han estado excluidos social, cultural y económicamente.

Nuestra Constitución establece que los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes son prevalentes y no distingue entre «los niños buenos y los chicos malos». Se trata de un mandato que los cobija a todos por igual. Mal haríamos entonces en pensar que políticas populistas de mano dura, van a resolver las enormes brechas sociales y económicas que existen en Colombia. Podemos construir muchas cárceles, encerrar a muchísima gente, no solo a los jóvenes, pero no lograremos una verdadera justicia y tampoco se incidirá en las causas profundas que originan la delincuencia juvenil.

La sociedad siente que los adolescentes infractores constituyen una gran amenaza y que no están pagando por sus crímenes, el gobierno y algunos miembros del parlamento se la juegan con mayores penas y cárceles, los jóvenes sienten que pueden «»librarse» fácilmente de la justicia, las organizaciones criminales los instrumentalizan y luego los asesinan. Es tiempo de que el Estado, la familia, la sociedad, los organismos internacionales, los protejamos integralmente y con ellos, construyamos una ruta que promueva ciudadanos, sujetos éticos, capaces de hacerse cargo de sí mismos y de los demás y del mundo en el cual habitan.

 

Columna de Opinión para el Periódico La Patria

Publicada en: http://www.lapatria.com/story/j%C3%B3venes-en-colombia-m%C3%A1s-v%C3%ADctimas-que-victimarios

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