Estudiantes en Colombia: las nuevas voces ciudadanas.

Las movilizaciones estudiantiles de los últimos días me hacen recordar aquella estrofa de Bertolt Brecht que cita Silvio Rodríguez en su canción «Sueño con serpientes»:

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año
y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.

Los estudiantes lucharon días, semanas, meses y lograron frenar el retiro del proyecto de ley que buscaba reformar la educación superior en nuestro país. Sus argumentos: el proyecto no había sido construido democráticamente; privatizaba la universidad pública; convertía los jóvenes en deudores que por años debían asumir créditos enormes y finalmente no promovía una educación superior de calidad.

Los estudiantes, una vez radicado el proyecto por el gobierno, siguieron luchando. Si bien se modificaron algunos artículos de la propuesta inicial y se eliminaron otros, como el que autorizaba la creación de Instituciones de Educación Superior con ánimo de lucro, el espíritu privatizador seguía vivo tanto en un nuevo artículo sobre Instituciones Mixtas, como en la ampliación de los fondos para estimular la demanda vía créditos educativos.

De igual forma la financiación de las universidades públicas era insostenible y su concepción ilegítima. Insostenible porque no se podía atar la financiación de las universidades al crecimiento económico, lo cual introducía un alto margen de incertidumbre para el funcionamiento de las instituciones. Ilegítima porque no se discutió con la comunidad universitaria, no se escucharon e incluyeron las miles de voces argumentadas y sólidas de rectores, estudiantes, profesores y trabajadores. Solo se hicieron talleres de socialización de la reforma en universidades que no tenían una posición crítica.

Bajo este escenario los jóvenes siguieron luchando, marchando, generando ideas creativas en las calles, construyendo relaciones de empatía con las familias, con la policía, con la ciudadanía a través de acciones colectivas de carácter cultural y académico. Convocaron talleres, audiencias públicas, carnavales, vigilias donde las únicas armas eran los libros, las velas, los pitos, las consignas y las canciones. Movilizaron al menos medio millón de estudiantes en todo el país.

Las calles de Cali, Medellín, Popayán, Pereira, Manizales se llenaron de vida, de voces juveniles. El árbol de Navidad de la plaza en Bogotá, se convirtió en un árbol de esperanza, lleno de consignas comprometidas con la educación, con el futuro de este país. Esta acción colectiva nos dio una lección vital: la movilización social tiene sentido, pertinencia y poder político.

Por medio de estas movilizaciones los jóvenes, pusieron a discutir al país, durante semanas sobre un tema que es crucial: la educación. El mensaje fue claro: ¡con educación todo se puede! Como si esto fuera poco, se logró, por primera vez en este gobierno, frenar un proyecto de reforma que era perversa para la educación superior y en especial para la universidad pública. Se logró frenar un proyecto de reforma que imitaba el fracasado modelo de la Ley 100 para la salud.

Todo parece indicar que los estudiantes seguirán luchando para construir una propuesta democrática, incluyente y en donde el sentido de la educación superior como derecho fundamental se garantice para las generaciones presentes y futuras. Seguirán luchando por una educación superior pública que sea gratuita. No es un sueño, o mejor, es un sueño que puede modificar realidades. No es un incentivo perverso que subsidia la educación de los ricos, o mejor, es un incentivo para que la educación se convierta realmente en un derecho y no en una mercancía.

El gobierno y algunos economistas ortodoxos dicen que no hay recursos. ¿No hay recursos? Lo que no hay es voluntad política, lo que hay son grandes exenciones al capital (cerca de 6 billones de pesos); apuestas irracionales a la minería (uno de cada cinco pesos del plan de desarrollo está dedicado a la minería: 97 billones de pesos) y un enorme presupuesto para la guerra, no olvidemos que ésta pesa 13 veces más en el PIB que la educación superior.

Nuestros estudiantes han dicho que quieren una universidad del tamaño de sus sueños, si hay voluntad política y apoyo ciudadano podrán lograrlo.

Columna de opinión para el periódico La Patria

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