Insistir en la esperanza de la paz, es proteger la vida

Insistir en la esperanza de la paz, es proteger la vida

Casi seis años, mucho esfuerzo dolor y lágrimas nos llevó sacar adelante este proceso de paz para poner fin a más de cinco décadas de muerte y desesperanza. Gracias al trabajo de muchas personas y la voluntad política y vital tanto del gobierno Santos como de la guerrilla de las Farc, de distintas organizaciones nacionales e internacionales, de las mujeres, de los jóvenes y el apoyo de millones de personas, asumimos el reto de pasar la página de más de 50 años de guerra; tarea que exige, no sólo de la institucionalidad formal sino de cada uno y cada una de nosotros, de nuestra generosidad, solidaridad, los mayores esfuerzos posibles. La construcción de la paz es responsabilidad de todos y cada uno de los colombianos, desde la acción, la veeduría ciudadana y la denuncia para que la reconciliación sea una realidad, pero sobre todo exige que el Estado cumpla con los compromisos que se suscribieron con la guerrilla de las Farc y que además proteja a líderes, lideresas y defensores de derechos humanos que vienen siendo amenazados, hostigados y asesinados en todo el país.

Pero si bien es cierto que la esperanza de que podemos avanzar y seguir construyendo este proceso de paz depende de todas y todos los colombianos, esta concreción depende sobre todo de las garantías que el Estado pueda brindar a las poblaciones mayormente afectadas por la violencia y aquellos territorios que han sido “retomados” en este proceso por el paramilitarismo y los nuevos grupos que han surgido en este proceso de implementación. Depende también de que el Estado colombiano pueda dar cabida y brindar garantías reales de protección para quienes eligieron por distintas razones el camino de la lucha armada y hoy deciden abandonarlo para empezar de nuevo. No es fácil para nadie, tampoco para ellos, la mayoría jóvenes colombianos como todos los demás, con sueños, aspiraciones, dolores, miedos y esperanzas que quieren reinventar su vida, recomponer sus afectos, regresar a sus familias y convivir con sus comunidades y hacer real aquello de cambiar las armas por la política.

Los crímenes contra la paz se están volviendo pan de cada día y el número de ataques a defensores de derechos humanos va en aumento. Según Naciones Unidas, en 2016 ocurrieron 389 ataques a defensores de derechos humanos: 59 homicidios; 44 ataques; 210 amenazas (69 colectivas), 72 violaciones a los derechos a la privacidad y a la propiedad, tres desapariciones forzadas y un caso de violencia sexual. Asimismo, señala que entre las 59 víctimas asesinadas se cuentan cuatro mujeres, seis líderes indígenas, tres líderes LGTBI, tres sindicalistas, un líder afrocolombiano y dos líderes juveniles.

Por su parte, datos de la Defensoría del Pueblo indican que durante el 2016 fueron asesinados 134 líderes sociales, comunitarios y defensores de derechos.
Desde diferentes voces hemos insistido en que se cumplan las disposiciones por ejemplo del Auto 098 de 2013 que ratifica que las mujeres defensoras de derechos humanos enfrentan de forma constante el riesgo de ser objeto de abusos, agresiones, esclavitud sexual, trata de personas, reclutamiento y asesinatos, estando en condiciones de especial vulneración, ello requiere que se ponga en marcha el plan de protección a las mujeres.

Es urgente que el Estado asuma su responsabilidad de manera efectiva, oportuna y eficaz. Que la Fiscalía General de la Nación investigue y presente resultados frente a estos crímenes de lesa humanidad que, según la Defensoría del Pueblo, en los últimos 14 meses han cobrado la vida de 14 mujeres lideresas que cumplen roles importantes en sus comunidades y que tienen en común ser defensoras de derechos humanos, estar en territorios donde ha habido violencia y estar involucradas en la defensa de la tierra.

Pasamos de la revolución de las armas a la vida civil que pretendemos sea pacífica, con todos los problemas, desafíos y oportunidades que eso conlleva. El mundo entero está pendiente de lo que aquí hacemos. Pero sobre todo, tenemos el desafío de preservar la vida y aprender a vivir con nuestras diferencias. Nos corresponde a todos abrir la mente y el corazón y asumir creativamente que es también nuestra responsabilidad insistir en la esperanza de la paz.
Nota: Lamento profundamente las vidas perdidas en esta catástrofe invernal que azota al país y que ha cobrado vidas en nuestra querida tierra, Manizales.

Columna para periódico LA PATRIA

Leave a Reply