En defensa del Verde Verde

A primera vista podría parecer extraño que dedique esta columna, que por generosa invitación del diario LA PATRIA se publica en mi natal Manizales, a reflexionar sobre el presente y el futuro político de Bogotá. Quizás la sorpresa aminore si pudiéramos ponernos de acuerdo, mis lectores y yo, en que lo que sucede en la capital del país está por fuerza llamado a tener una gran repercusión en todos los rincones de nuestro bello país. Así ha sucedido a lo largo de la historia, desde los albores de nuestra independencia hasta los aciagos hechos del 9 de abril de 1948 que marcaron el desbordamiento de una violencia política que aún no hemos superado completamente.

Si pudiéramos resumir la historia política y administrativa de nuestra ciudad desde la adopción de la Constitución de 1991, y tomando como punto de referencia el carácter de quienes han regido sus destinos, podríamos señalar que Jaime Castro, político de la vieja escuela, pero también gran conocedor del derecho administrativo y apasionado de la descentralización, sentó a través del estatuto orgánico -Decreto 1421 de 1993- las bases de la que fue por décadas una tendencia de mejoramiento de la ciudad en todos sus aspectos.

La primera alcaldía de Mockus, dubitativa al comienzo por la falta de experiencia administrativa del grupo de ilustres académicos que la conformaban, supo aprovechar al máximo las herramientas de dicho estatuto para sentar las bases de la transformación de la cultura de los ciudadanos y ciudadanas. Pedagogía, uso de símbolos, auto-regulación, protección de la vida, en fin, una serie de programas que aún perviven en la conciencia de muchos de los habitantes de nuestra capital.

Peñalosa encontró las arcas de la ciudad llenas, y el capital social en proceso de creciente fortalecimiento. Y supo imprimirle un ritmo gerencial que hizo posible cerrar su administración con la inauguración de grandes obras que mejoraron la calidad de vida de los bogotanos y que fueron por años motivos de orgullo para propios y visitantes. Y aunque menos visible que las grandes obras viales y de transporte público, hubo inversiones importantes en materia de desmarginalización de grandes sectores de la ciudad.

La segunda administración de Mockus reafirmó una serie de principios políticos y administrativos que en la Colombia de hoy mantienen toda su vigencia: Construir sobre lo construido; el carácter sagrado de los recursos públicos; la moralidad administrativa; la transparencia en las relaciones entre Gobierno y Concejo, y entre aquel y los órganos de control tanto fiscal como disciplinario. Una verdadera revolución, silenciosa y pacífica, pero no por ello de menores proyecciones ni alcances.

Lucho Garzón, por su parte, nos recordó el compromiso de integrar plenamente al ejercicio de la ciudadanía social a los amplios sectores de ciudadanos y ciudadanas en situación de pobreza.

Lamentablemente, la ciudad atraviesa hoy por una situación de crisis profunda. La personalidad carismática de su suspendido alcalde no resultó suficiente para evitar que el presupuesto se convirtiera en botín de lo que la ciudadanía conoce como el carrusel de la contratación, cuyo funcionamiento no puede entenderse en ausencia del apoyo y la complicidad de los sectores políticos que desde el Concejo, y de los órganos de control, han hecho parte fundamental de la administración de Samuel Moreno, aunque ahora prefieran pasar de agache frente a sus responsabilidades.

Tiene entonces mi partido, el Partido Verde, del cual hacen parte Mockus, Peñalosa y Lucho, toda la legitimidad para aspirar a corregir el rumbo de nuestra ciudad. Pero para ello es necesario que le formulemos a la ciudadanía una propuesta clara, como claros son los problemas que afectan la calidad de vida y amenazan la productividad de la ciudad: La inseguridad, tanto la real como la percibida; la crisis de movilidad que demanda medidas urgentes no solo con la construcción, readecuación y mantenimiento de la infraestructura, sino también con el comportamiento de los conductores y peatones en las vías. Pero, por encima de todo, el problema más grave que afronta nuestra querida Bogotá está en la falta de confianza de los ciudadanos y ciudadanas en sus autoridades.

El Partido Verde, si se mantiene fiel a sus principios y prioridades, puede ayudar a reconstruir esta confianza. Pero eso sí, debemos evitar a toda costa entrar en alianzas con sectores políticos cuyas prácticas riñen con los principios de ética de lo público que el Partido Verde busca encarnar. Si bien es necesario reconocer, crear y fortalecer las confluencias, también es necesario no equivocarse, no permitir que las urgencias electorales terminen por arrasar un proyecto de largo aliento como lo es el de transformar las prácticas políticas en nuestra ciudad y nuestro país. Y algo que en las actuales circunstancias resulta fundamental, debemos rechazar cualquier tipo de acercamiento con sectores políticos que han contribuido, y de qué manera, a generar la crisis por la cual atraviesa nuestra querida ciudad.

Columna para el diario La Patria

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