Vamos a marchar el 8 de marzo

Vamos a marchar el 8 de marzo

El 8 de marzo no es un día como cualquier otro. En esa fecha conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, como una oportunidad para reivindicar colectivamente nuestras luchas. No son pocas nuestras exigencias y demandas, porque no son pocas las desigualdades y violencias de las cuales hemos sido víctimas a lo largo de la historia. Por eso insistiremos, una vez más, en el reconocimiento pleno de nuestros derechos humanos, y en la búsqueda de profundas transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas que nos permitan una vida en dignidad, libre de dominación y discriminaciones.

El próximo 8 de marzo tampoco será como cualquier otro porque recientemente hemos sido convocadas y convocados por Antanas Mockus, a quien acompaña Iván Cepeda y también por distintas organizaciones sociales a una marcha por la vida, en medio del dolor que nos producen tantas muertes violentas en Colombia. Cómo no marchar para defender la vida cuando a diario conocemos casos de violencia contra nuestros niños, como el cruel asesinato de cuatro menores de edad en Caquetá. Cómo no marchar por la vida si según Medicina Legal, en el año 2013 hubo 14.294 casos de homicidios y feminicidios en Colombia (1.115 de los homicidios fueron niños, niñas y adolescentes; 1.175 fueron mujeres; 8.434 fueron jóvenes entre 18 y 34 años) y hubo 1.810 suicidios.

Además, las muertes por accidentes de tránsito o a causa de nuestra irresponsabilidad a la hora de conducir fueron 6.219. Sumando estas causas de muertes violentas, hubo 22.323 vidas que se habrían podido salvar en 2013. Esta máquina de guerra de los últimos sesenta años, según la Unidad de Atención a las Víctimas, ha producido muerte y dolor a millones de colombianas y colombianos: 3.000 ejecuciones extrajudiciales, cometidas por integrantes de las fuerzas militares, donde jóvenes inocentes de bajos recursos y muchos en condición de discapacidad fueron ejecutados cruelmente. Como si fuera poco, entre 1983 y 2011, hubo 2.087 masacres que acabaron con la vida de 9.509 personas. De acuerdo a las cifras del informe ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, elaborado por investigadores del Centro de Memoria Histórica, este conflicto armado ha provocado 220 mil muertes entre 1958 y 2012, de las cuales el 81,5% corresponden a civiles, y hasta el 2013 se señala hay 50.007 personas desaparecidas. Son datos, estadísticas, son vidas violentadas que merecen un gesto de indignación colectiva y una alta dosis de vergüenza.

Cuesta asimilarlo, pero estos años de guerra rural, urbana y doméstica han tenido enorme impacto en la vida de las mujeres, niños, niñas, jóvenes, hombres y familias enteras. Son historias que se truncaron de manera irremediable, pues la guerra y la violencia han roto cualquier límite de respeto por el otro. Es lo que Hannah Arendt llamaría la «banalidad del mal», que no es otra cosa que la ejecución de los más atroces crímenes por parte de personas comunes y corrientes que, cumpliendo órdenes de sus superiores, hacen el mal sin enfrentar ningún sentimiento de culpa, reflexión o remordimiento por las consecuencias. Y eso hay que erradicarlo. No podemos acostumbrarnos a la violencia, ni podemos seguir buscando justificaciones para matar, exterminar, maltratar, dominar.

Por eso aprovecho esta columna para convocar de nuevo a todos y todas las colombianas a movilizarnos pacíficamente el 8 de marzo. Especialmente invito a las mujeres, porque nosotras sabemos tejer causas colectivas, y somos nosotras quienes más hemos cuidado la vida. Porque aún en medio de la guerra y de la diferencia, la defensa de los derechos humanos ha sido siempre nuestra lucha, y no hay mejor manera de conmemorar el Día Internacional de la Mujer que potenciando nuestra fuerza serena para continuar exigiendo el respeto por la vida, como un camino para alcanzar la paz, la justicia, la memoria, la igualdad, la reparación integral y la reconciliación. Suena paradójico, pero la defensa de la vida debería unirnos, en lugar de dividirnos.

Las y los invito, entonces, a la solidaridad. De nada sirven los prejuicios y sospechas cuando hay tantas vidas por cuidar. Les invito a marchar en defensa de los derechos de las mujeres. Les invito a marchar por la paz. Les invito a marchar por la Vida.

COLUMNA PARA EL PERIÓDICO LA PATRIA. 

 

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