Hablar de Paz en tiempos de guerra

«No hay caminos para la paz; la paz es el camino»
Mahatma Gandhi

El epígrafe sintetiza el espíritu de esta columna: ¡La paz es el camino! Hay que hablar de paz, y más aún en tiempos de guerra; hay que asumir la paz profundamente, como un acto de co-responsabilidad, de construcción colectiva, de resistencia a la guerra, de exigencia a un Estado que por décadas no ha hecho apuestas radicales para frenar la industria rentable de la guerra y construir un modelo económico y  social sostenible para la paz.

Esta columna surgió a partir del conmovedor  Encuentro Nacional de Comunidades Campesinas, Afrodescendientes e Indígenas por la Tierra y la Paz de Colombia: “El Diálogo es la Ruta” realizado en Barrancabermeja del 12 al 14 de agosto de 2011.Encuentro   diverso, plural, democrático y constructivo, en el cual  escuchamos las diversas voces de integrantes de cientos de organizaciones y movimientos sociales quienes exigen vivir en un país en Paz. He repetido en diversos medios que dicho encuentro sí fue infiltrado, totalmente infiltrado, pero  por los gestores y gestoras de paz, campesinos, afrocolombianos, indígenas, artistas, niñas, niños, jóvenes y algunos representantes a del Congreso de la República. Allí  encontramos un clamor masivo dirigido al presidente Juan Manuel Santos para que encuentre esa llave de la paz  que nos  prometió en su discurso de posesión, de tal manera que entre todas y todos, abramos esta  puerta.

Algunas de las principales conclusiones del encuentro fueron en palabras de los organizadores, las siguientes:

• Rechazar las políticas gubernamentales que durante la última década se han venido implantando en el país, para promover un modelo económico que propicia la explotación intensiva de la tierra y los  recursos naturales; favorece a las empresas transnacionales y a  grandes grupos económicos; acentúa los conflictos por la tierra y la lucha por el territorio; estimula nuevos procesos de expropiación, despojo y de desplazamiento forzado, y deteriora radicalmente los procesos sociales, al  comprometer las condiciones de  nuestra soberanía y seguridad.
• Ratificar el derecho constitucional que tenemos colombianas y colombianos  de vivir en paz. Propiciar conscientemente la generación de nuevas condiciones para emprender el camino que pueda conducir a un trámite distinto del basado en el ejercicio de la violencia, de manera que la resolución de los conflictos de nuestra sociedad, pueda transitar por la vía del diálogo, la justicia social y la paz. 
• Invitar a caminar en la dirección que demanda generar un clima favorable para la paz. Es urgente trabajar juntos para consolidar una cultura de la paz. Las partes comprometidas en la confrontación, deben contemplar como un gesto mutuo frente a la sociedad colombiana, un cese de hostilidades que abra el espacio para el diálogo.
• La solución política al conflicto armado, no puede ser un asunto  de competencia exclusiva de las partes comprometidas  de manera directa en la contienda militar.”Todas las voces todas, todas las manos todas” requieren ser escuchadas y movilizadas para sentar las bases que nos permitan avanzar en nuestra ruta.

Dos premisas fundamentales, en mi concepto animaron el Encuentro: La paz no se decreta, la paz se construye y  en segundo lugar, la paz en Colombia exige resolver los conflictos de la tenencia de la tierra y lograr la justicia social. Guerrillas, paramilitares, actores ilegales del Estado y narcotraficantes hacen parte de la violencia y la  ilegalidad en nuestro país. El narcotráfico es quizás el más dañino de estos fenómenos, dada su capacidad potenciadora de violencias. Por eso es necesario un enorme y vehemente rechazo a toda forma de violencia y de  ilegalidad. Las ciudadanas y ciudadanos de Colombia necesitamos un compromiso político para generar una revolución serena. Las mujeres somos determinantes en este proyecto. Hemos dado muestras reiteradas de una enorme capacidad de resistencia, de organización y de solidaridad. Muchas mujeres han sabido sobreponerse al dolor que ha traído tanto daño infligido sobre sus cuerpos y almas. Convertir ese dolor en indignación y en un  potente  motor  cultural y politíco para la paz.

Es tiempo de sentir  indignación  frente a los miles de muertos a lo largo y ancho de nuestra adolorida Colombia. Son nuestros muertos. Es tiempo de adoptar  como camino la paz .

Columna para el periódico La Patria

www.angelarobledo.com

@agelamrobledo en Twitter

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